Keneth y Elena
Siempre he deseado comunicarme con un hombre de ascendencia escandinava. Me interesan sinceramente su temperamento nórdico, su contención vital y de comportamiento y su especial atención al medio ambiente.
Cuando vi el perfil de un hombre llamado Keneth, nacido en Dinamarca, le escribí inmediatamente. Era, sin duda, como un auténtico vikingo, hermoso, guapo, valiente, fuerte y esta fuerza se le notaba incluso en los ojos. Me pareció un hombre muy interesante.
Me habló con mucha cortesía y atención, y poco a poco me fue introduciendo en su vida. Era muy considerado. Muy pronto nos dimos cuenta de que no había pasado un solo día sin que hubiéramos intercambiado algunos correos electrónicos. Es un conversador maravilloso, comprensivo y solidario.
Hubo momentos en los que incluso intentó ayudarme con mis problemas, ¡a pesar de estar tan lejos!
En poco tiempo se convirtió en un buen amigo y hemos hablado de muchas cosas interesantes. Es muy inteligente y muy culto.
Un día, cuando volví a casa del trabajo, recibí una carta suya con una noticia increíblemente feliz Estaba en Kiev y quería conocerme Llegó el sábado y decidió descansar un poco del viaje. Así que elegimos una bonita mañana de domingo para nuestro primer encuentro y decidimos dar un paseo panorámico por los maravillosos lugares de Kiev. Caminamos todo el día, hablamos, comimos helado y él me sorprendió con su mente brillante y su increíble carisma.
Desgraciadamente, sólo estuvo una semana en Kiev, ¡pero no hay palabras para describir lo encantador que fue! Estoy segura de que se había preparado para nuestro encuentro, ya que me llevó a lugares a los que siempre había querido ir y también a sitios en los que ni siquiera había estado antes Fue una semana llena de sorpresas y muchos momentos agradables y memorables, con un montón de nuevos descubrimientos y que cambió mi actitud ante la vida y mi forma de ver el mundo. Era muy sereno y todo un caballero Me enseñó mucho y me abrió una forma de ver a la gente de otra manera, algo que antes estaba oculto.
Cuando tuvo que marcharse, le acompañé hasta el avión y ¡tenía una constante sonrisa feliz y agradecida! Sólo cuando sus profundos ojos azules me miraron por última vez, se me saltaron las lágrimas ¡Lágrimas de felicidad pero también de impaciencia por querer volver a verle! No estoy acostumbrada a llorar, pero quizás él me ha enseñado a ser más emocional en ciertos momentos. No en momentos a los que a veces estamos acostumbrados, como cuando alguien te insulta o te humilla, que no deberían ocurrir demasiado a menudo, sino en momentos de felicidad en los que no necesitas contener tus emociones. Son momentos que deberían ocurrir más a menudo
Seguimos comunicándonos y mantenemos una excelente relación. Nos alegramos cuando recibimos cartas el uno del otro y estamos deseando dar el siguiente paso. Quizá el próximo encuentro nos brinde la oportunidad de decirnos lo que sentimos y que estábamos buscando un compañero de vida como el otro.
Elena